Pertenezco a la generación de ecuatorianos que tuvo la ocasión de mirar por primera vez las escaramuzas de una guerra en vivo y en directo, la del golfo Pérsico, a través de la televisión en 1990–1991 y recuerdo como estudiante universitario de aquella época, el impacto que tuvieron en mí las primeras imágenes traumáticas transmitidas desde aquel lejano lugar; las que continuaron pasando a ser cotidianas.
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