La distribución territorial del poder es una de las características más salientes de los estados democráticos modernos. Razones de diverso origen han contribuido a este importante fenómeno. Por un lado, un sistema administrativo donde todas las decisiones, y aquellas que le siguen para ejecutarlas, provengan de una estructura central conlleva enormes ineficiencias y altos costos. Más aún considerando las complejidades de la vida moderna.
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