En Quito, la nueva Alcaldía tiene desafíos importantes. El primero: recuperar el prestigio de la acción municipal, y fortalecer el orgullo de la ciudad como una colectividad que camina hacia el futuro, comparte una visión y es ejemplo para otros (no sentir que “otras ciudades hacen más y mejor”). Pero, ojo, al mismo tiempo, no caer en la trampa del estatismo en la que caemos tan fácilmente: creer que desde el poder político se resuelven los principales problemas, y no desde los individuos, sus organizaciones más cercanas, su ética y relaciones libres y espontáneas.
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