No fui parte de su círculo íntimo de amigos. La nuestra era una amistad basada en la curiosidad compartida; la arquitectura era una pasión afín entre ambos. Luego de visitar a mi padre en su estudio jurídico, Ricardo Mórtola subía un par de pisos, para conversar conmigo sobre arquitectura. Yo siempre aprovechaba su presencia para pedirle su opinión sobre el proyecto de turno, que en ese entonces se estuviese “cocinando” en mi estudio. Preguntaba mucho. Era evidente que le importaba comprender completamente antes de juzgar.
↧