Normalmente cuando vamos a un restaurante con amigos cada uno pide algo distinto y lo que pedimos revela nuestras preferencias individuales. De un restaurante nos pueden gustar los postres, pero no sus platos de sal o viceversa en el caso de otro restaurante. Ahora imagínense el dolor de cabeza que sería para muchos si al entrar a un restaurante le dijeran que pese a que no le agradan los platos de sal de ese establecimiento, igual se los servirán e igual los tendrá que pagar puesto que una mayoría de los comensales decidieron que ese era el mejor menú para todos.
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