Al llegar a Guayaquil me topé con un idioma más difícil de lo que imaginaba. Mis primeros pasos en televisión estuvieron plagados de errores, fallas en los acentos, conjugaciones dudosas, balbuceos de primer grado. No entendía porqué se tenía que decir párroco y perico, la peligrosa jota me hacía temer palabras como ajenjo, hasta me topé con una provincia de Corea del Sur llamada Jeju. Guardé ciertamente un dejo de Francia como sello de fábrica, mas empecé a enmendar fallas con el máximo respeto hacia el idioma.
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