La ciudad de Guayaquil ha estado ligada siempre a la navegación acuática, primero por el Guayas y sus afluentes y luego por sus brazos de mar (“ciudad del río grande y del estero” como dijera el poeta), su condición de puerto la ha identificado en el mundo desde la Real Audiencia de Quito hasta nuestros días, y esa identidad tan propia suya no debe perderse jamás, salvo que razones realmente insuperables lo determinen.
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