A uno de los cantones de la provincia de Loja llegó hace más de cincuenta años un hombre joven que trabajaba en la Contraloría General del Estado, llamó al teniente político y le pidió que le diera un informe de todo el dinero que había recaudado; el funcionario sacó un libro y con un detalle y una meticulosidad propia de un hombre honrado, le dio el informe y el valor que él tenía bajo su custodia, 12 mil sucres.
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