Guayaquil crece aún a un ritmo sorprendente. Sobrevolar la ciudad es quizás la manera más impactante de constatarlo. Desde el cielo, la ciudad se muestra tal como es: un megaorganismo que le gana terreno constantemente a la geografía colindante. Manglares, esteros y cerros han sido fagocitados por este fenómeno efervescente de comercio y cultura que llamamos “nuestra Casa Grande”.
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