Cambiar de ciudad o país, cambiar incluso de casa o de barrio, es un movimiento en el que cada persona experimenta cuestionamientos personales. Si ese cambio se realiza también en la lengua, el cuestionamiento es mayor. Implica no solo el espacio físico habitual, reconocido, dominado a su manera por la costumbre, sino un cambio de la esfera cultural, de los matices expresivos en los que se cifran las proyecciones del individuo, sus memorias, sus sensaciones y deseos. Porque es a través del lenguaje y de las creaciones artísticas como se articula nuestra relación con el mundo.
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